Opinión del libro Una Escalera al Cielo

Inicié a leer a Mario Mendoza por su libro “Satanás”, por ser uno de sus libros más famosos y por la curiosidad que me causaba tanto la historia como el acercamiento que el autor tenía con Campo Elías – el protagonista-. Debo decir, que me gusta mucho la facilidad con la que se pueden leer sus escritos, por su lenguaje coloquial y  también es interesante por sus personajes marginados y apartados de la sociedad.

Decidí continuar leyendo más títulos y, un 14 de diciembre me regalaron “Escalera al cielo”. Lo leí muy rápido y me sorprendió porque en un inició pensé que era una sola historia, pero no: son varias como en Doce Cuentos Peregrinos de García Márquez o como Música para Camaleones de Truman Capote.

Las 15 historias tienen su toque de intriga, angustia, desesperanza e ilusión. Hay una diversidad de personajes y narraciones que mantienen atrapado al lector, donde se refleja la ciudad, la noche, la fiesta, los entornos difíciles que no son transitados por cualquiera, plasmando una realidad que muchas veces ignoramos.

Para mí, no es el mejor libro que haya leído de M.M, pero puede ser la puerta de ingreso, para quienes desean conocer al autor y desean empezar con lecturas amenas y fáciles de digerir.

Frases que me gustaron:

  • “- ¿Te gusta la salsa?… Casi siempre son letras nostálgicas con música que desborda alegría… Es una tristeza que se baila…”
  • “- En la costa no tienes dinero, pero tienes el mar, la arena, la brisa…La gente es diferente aquí, más fría, más distante”.
  • “- ¿Sabes bailar bien? No creo, cariño… discúlpame, pero aquí, en el interior, la gente no tiene ni idea, no tienen ritmo, no tienen gracia.”
  • “Qué país nos tocó, cariño: mienten los jueces, mienten los militares, mienten los políticos, en fin, miente todo el mundo”.
  • “- Sí, es el exceso de la población lo que nos está enloqueciendo.
    •     – Y la falta de ternura- dice ella.
  •  “Ese día supe que, hiciéramos lo que hiciéramos, al final de nuestras vidas estaba esperándonos ese negro ataúd como un destino ineludible”.
  • “- A veces camino por la ciudad esperando que alguien me salude, que alguien me reconozca y me llame por mi nombre. Y nada. Atravieso calles y calles metido entre la multitud, alerta, pendiente de ese saludo, de ese abrazo. Y al final, después de muchas horas y muerto de hambre, regreso a mi cuarto con un hueco en el alma.”

Si llegaste hasta aquí, gracias por leer.

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