Hace unos días iba con una amiga, muy distraídas veníamos hablando de las cosas cotidianas de la vida; cuando de repente, se me cruzó un tipo que me empujó y me agarró la cola. Quedé en shock, le grité ¡desgraciado!, pero de ahí no pude hacer más. Siento que quedé bloqueada. Recordé en ese instante, que en otra ocasión iba en falda y a un tipo se le dio por tocarme las piernas -tampoco hice nada-. También recordé cuando mi prima me contó que le tocó ver a un tipo masturbándose en el bus o a otra de ellas le dieron un palmadón por las nalgas, porque “las tenía grandes y bonitas”.
Estoy segura de que esta es la realidad que la mayoría de mujeres deben vivir a diario, tanto así, que hasta se normalizan este tipo de actos. ¿Quién dijo que, a uno de mujer, le halaga que lo anden morboseando por la calle?, ¿a quién se le ocurrió que una mirada o un silbido, nos hace sentir bonitas? me acordé que una vez hablé con una conocida sobre el tema me dijo – sino me echan piropos en la calle, es que estoy fea- ¿quééééééééé? -pensé-, a mí me da pánico y me dan ganas de pasarme de acera o salir corriendo, repliqué.

La cruda verdad es que un simple “¡qué rica estás! “o un “hola mamacita” son prácticas de violencia que van desde “lo incómodo y desagradable” y que pueden repercutir significativamente en la salud mental de las personas; según Valeria Molina ex secretaria de las mujeres en Medellín, “el silencio y la indiferencia frente a los actos de abuso legitiman estas acciones y naturalizando dichos comportamientos. Una prenda de vestir, el maquillaje, la forma de caminar, entre otros, no son justificación para irrespetar o violentar a las mujeres, mucho menos cuando no se tiene el consentimiento ni la autorización para llegar a ese nivel de confianza”
Es triste tener que estar pensando en salir corriendo, sacar el gas pimienta, o las llaves para defendernos de personas abusivas; tenemos derecho a transitar en espacios seguros donde podamos desarrollarnos libremente sin ninguna preocupación. Pero hace falta mucha cultura y cambios en el pensamiento para que cosas tan cotidianas como estas no sigan sucediendo. Por lo pronto, compraré mi gas pimienta, porque ¡qué miedo andar solas por ahí!
Te entiendo! A mi me sucedió hace muchos años cuando aún estaba en el colegio un tipo en el bus primero me empezó a rozar me dio mucho y no dije nada me baje y pensé que había terminado pero el tipo se bajó detrás mío y cuando pase por una calle sola me cojio la cola y se devolvió no fui capaz de decirle nada tenía como 14 años apenas fue horrible sentí mucha vergüenza y miedo y quería llorar, creo que todas las mujeres hemos sido victimas de acoso o abuso sexual y es demasiado triste que esté tan normalizado.
Terrible tener que soportar ese tipo de cosas y más aun siendo una niña; el miedo lo paraliza a uno. Gracias por leer y comentar Vivi, un abrazo.