Nos conocimos un viernes frío de julio, me encontraba en otra ciudad en fiestas con mi familia; pero nada importó a la hora de encontrarnos. Después de presentarnos, nos contamos un poco sobre nuestras vidas. Ansiosa por hablar me trabé varias veces al narrar mi historia: recordar detalles y situaciones, me llevó a los años maravillosos y tristes de mi vida.
Decidimos entonces, reunirnos todas las semanas para trabajar en mí y en aquellas cosas me afectaban y que tal vez me afectan en cierta medida hoy en día: siempre fui una persona insegura y tímida – creo que con esta última me describirían muchos conocidos y cercanos-.

Al pasar los días, he comprendido que hablar sana, que sacar las cosas más profundas del corazón alivia y, que tomar terapia siempre será una buena idea para todos, sin importar la condición.
Gracias Cami, por escucharme cada semana, por hacerme ver las situaciones desde diversos puntos de vista, por reír y por darme técnicas que hasta el momento han sido muy útiles para mejorar como ser humano. He entendido que no existe enemigo más grande que uno mismo y que la lucha diaria no es con el otro: es con la propia mente.

Quise darte esta pequeña carta y hacerla pública, porque es mi forma de agradecimiento con la vida, por permitir conocernos para llevar este proceso que aún no termina y que por el contrario cuando demos cierre, seguirá ese trabajo constante por ser una mejor persona: primero por mí y segundo, por las personas que amo.
Por último, quiero decirles a las personas que me leen que, muy diferente a lo que muchos piensan, ir al psicólogo no es motivo de pena o sinónimo de estar locos. Ir a terapia, es una herramienta que nos ayudará a gestionar emociones, superar temores y conocernos más a fondo.
Si llegaste hasta aquí, gracias por leer.