Acné: más allá de una enfermedad cutánea

A los 17 años empezó mi drama con el acné, normal para una chica de esa edad. Toda la universidad me la pasé de grano en grano y aunque no eran bastantes sí eran constantes. Mi mejor amigo “el micro poro”, estaba siempre adherido a mi piel en forma de cuadritos y así durante varios años. A mis 20 años asistí al médico de la EPS,  porque el problema había empeorado, además empecé a usar polvos como una loca para que no se notara. El médico me recetó unas pastillas durante dos meses y fueron efectivas durante ese tiempo. A los 22 años el problema continuaba y para ese entonces me daba vergüenza que me miraran a la cara, así que procuraba taparme con el cabello.

Tiempo después conocí a una persona de “buenos modos” me la había presentado mi papá, pronto se convirtió en mi amiga y me llevó donde un reconocido doctor de medicina funcional: Carlos Jaramillo, quien me habló sobre los efectos del azúcar y la mala alimentación en la piel. De acuerdo a sus recomendaciones, opté por dejar progresivamente la carne roja, no volví a tomar bebidas con azúcar y deseché por completo las gaseosas, tés y de vez en cuando uno que otro jugo.

El doctor Carlos me envió unas gotas y me aplicaba plasma inyectado en la cara cada mes; pero al pasar 4 meses y no ver resultados me recetó por primera vez isotretinoina una vez a la semana. Mi piel en un mes estaba fantástica: ni un grano, nada de grasa en la zona T, ya no más polvos para mi cara y tampoco inseguridades cuando alguien me miraba.

Duré un año tomando ese medicamento una vez a la semana, cuando finalicé la caja de pastas el miedo volvió a mí: ¿cuándo aparecerá de nuevo el acné?, ¿qué haré si esto sucede? ¿contaré con el dinero para volver a donde el doctor?. No sé si fue psicológico o físico, pero el acné regresó a mí a los 5 meses de haber dejado las pastas: granos y más granos, me atemorizaba la idea de ir a tierra caliente y volví a ser la mejor amiga del micro poro.

Aprendí a vivir de nuevo con el acné, aunque la seguridad en mí estaba por el piso: me sentía horrible, usaba tapabocas, duré un tiempo sin ver amigos y cancelando citas, salía lo menos posible de casa, me colocaba cuadros gigantes de micro poro para que cubriera por completo mi mejilla -una cosa totalmente ordinaria- y me disgustaba mucho el hecho de que las personas opinaran sobre mi rostro: ¿qué estás comiendo para que estés así? , ¡te ves terrible!, pobrecita eso debe ser feo,  mi hijo tenía acné y se le curó con…

Me dieron un montón de consejos como: úntese chichí antes de dormir, cuando le llegue el periodo póngaselo en la cara, no coma grasa, haga ejercicio, no tome alcohol, no coma chocolates, péinese en la noche y rásquese la espalda,  aplíquese tal crema.

Confieso que tomé en cuenta uno que otro consejito, pero ninguno resultó. Así que fui al Centro Dermatológico Federico Lleras, con las ganas de acabar de una vez por todas con la incómoda situación, además porque en el trabajo donde estaba debía dar capacitaciones y por nada del mundo quería trabajar así. El médico me detecto “acné conglobata y quístico” en palabras coloquiales un tipo de acné crónico con nódulos inflamados llenos de pus y que son muy dolorosos.

Me volvieron a formular sin titubeo isotretinoina de acuerdo a mi peso, por un año pastilla diaria; casi el triple de más que las que tomé con el doctor Carlos. Me saqué varios exámenes de sangre para ver el estado del hígado, firmé un consentimiento donde conocía las características del medicamento, una obligación de no quedar en embarazo por ende era necesario planificar y la de no ingerir nada de alcohol.

La isotretinoina es lo más fuerte que hay hoy en día para tratar el acné, según lo que he leído cura hasta en un 95% la enfermedad con riesgo mínimo de que vuelva a aparecer si se toma correctamente. Sus efectos secundarios son: resequedad en la piel, en los ojos, disminución de la vista por la noche, labios secos, molestias musculares y la más importante: es teratógeno, lo que significa que trae mal formaciones al feto; por eso es obligación usar dos métodos anticonceptivos durante su administración.

Empecé a ver resultados a los 6 meses, después de varias inyecciones que enviaron para la inflamación de los quistes. Las  pastas las tomé durante año y medio todos los días, obviamente todos esos efectos secundarios no me importaron con tal de estar bien de la piel. Podrán decir que es muy superficial sentirse mal por tener “granitos”, pero el acné va más allá de una enfermedad cutánea: baja de forma significativa la autoestima, hace que tengas complejos de inferioridad y más cuando lo tienes durante varios años, en mi caso fueron nueve.

Desde que vi ese cambio, mi vida  se ha transformado mucho. Antes duraba horas mirándome al espejo,-envidiando a mis amigas con esa piel de bebé- sobre todo después de bañarme porque era cuando más se me notaban los quistes, ya no debo lavarme la cara a las 6:00pm antes de salir del trabajo por ver mi cara súper brillante, puedo hablar con cualquier persona sin la timidez de que me vean al rostro y puedo dirigirme al público sin la pena con la que lo hacía en un tiempo atrás.

Me despedí del micro poro espero que esta vez sea para siempre, me sigo cuidando en asuntos de la comida pues llevo cinco años sin carnes rojas, sin azúcar en mi café o en otras bebidas, chao a las gaseosas como lo mencioné antes y ahora haciendo un poco de ejercicio para “liberar toxinas”. Sé que somos muchas las personas las que hemos pasado por esta enfermedad y que es más común de lo que pensaba, solo hay que tratar de no desesperarse – aunque es complejo- y buscar una solución oportuna y definitiva.  

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5 comentarios de “Acné: más allá de una enfermedad cutánea”

  1. Tus palabras sinceras son un espejo para miles de personas, gracias por compartir toda está información desde tu experiencia.
    Te quiero.

  2. Mi vane hermosa como te admiro eres una tesa y esto que estas haciendo es una muy buena ayuda para muchas personas, sabes que te quiero y siempre a pesar de la distancia vas a estar en mi 💓 😘😘😘😘

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